Suizo nacido en 1925. Sus ojos vieron la tristeza alrededor de la patria amurallada, despojos de las guerras que golpearon y consumieron la Europa del siglo XX. Tradujo -a la manera de los amantes- a Goethe, Hölderlin, Mann, Rilke, Ungaretti, Leopardi o Musil, publicó ensayos y también poemas. Son éstos, traducidos por Rafael-José Díaz los que -a la manera de los amantes- traemos a nuestro navío, aquéllos poemas en los que Jaccotett hace un uso expreso de las cualidades de la noche para descifrar la vida. El estigma de la contradicción que rodea a la nocturnidad hace insondables algunos de sus frutos, como la muerte o la vejez, o el frío, huellas de lo inmensamente heridos de infinito que vivimos. Y aunque parece que la respuesta es el renacimiento o el abrigo, la confianza y la seguridad que proporcionan son ilusiones en las manos de un niño. Philippe Jaccotett tiene la dulzura del hombre paciente y la joya de una quemadura entre los labios: son estos versos.
Guardaré en mi mirada
como un rojo que fuera más de crepúsculo que de alba
que llamara no al día sino a la noche
llama que deseara esconderse en la noche.
Llevaré en mí esta marca
de la nostalgia de la noche
aun cuando la atravesara
con una hoz de leche.
("Aires")
Escucha, mira: ¿no hay algo que sube
de la tierra, de mucho más abajo,
como una luz, en oleadas, como un Lázaro
herido, absorto, en lento batir de alas
blancas -mientras que por un instante todo calla,
y es en verdad aquí donde estamos, asustados,
y no descienden así de más allá del cielo,
a su encuentro, otros vuelos, más blancos
-por no haber discurrido entre raíces de barro-,
y no corren ahora unos contra otros
cada vez más deprisa, a la manera
de los encuentros amorosos?
Ah, piénsalo, dilo, sea lo que sea,
di que algo así puede ser visto,
que sabréis aún correr así,
pero dentro del áspero manto de la noche.
("A la luz del invierno")
-nieve en la noche- |
Cuanto más envejezco, más crezco en ignorancia,
cuanto más he vivido, menos poseo y menos reino.
Todo lo que tengo es un espacio alternativamente
nevado o brillante, pero nunca habitado.
¿Dónde está el dador, el guía, el guardián?
Permanezco en mi cuarto y de momento me callo
(el silencio, como un sirviente, viene a poner un poco de orden),
y espero a que las mentiras se aparten una a una:
¿qué queda? ¿Qué le queda a quien muere
que le impide morir? ¿Qué fuerza
le hace hablar aún entre sus cuatro paredes?
("El ignorante")
El alma, tan friolera y miedosa,
¿tendrá que caminar sin fin sobre este hielo,
sola, descalza, sin saber ya ni siquiera balbucear
la oración de la infancia,
castigada sin fin su frialdad por este frío?
¿tendrá que caminar sin fin sobre este hielo,
sola, descalza, sin saber ya ni siquiera balbucear
la oración de la infancia,
castigada sin fin su frialdad por este frío?
("Pensamientos bajo las nubes")
Aparta esta luz que nunca tiene ojos
como una cortina y entra,
acércate, tú que miras y hablas,
más penetrante que el viento de otoño,
más tierna que toda su lana y toda su leche.
("Pensamientos bajo las nubes")
Más penetrante que el viento de otoño... sabes aún correr así, con ojos, con lúcidas miradas, por dentro del áspero manto de la noche.
ResponderEliminarChapeau!!!
Gracias, Laly, me alegro profundamente de que te haya gustado
EliminarMuchas gracias por la canción!! Gracias por el gesto
ResponderEliminar:*
Gracias a ti también, por tus inspiradas imágenes y palabras. Son un regalo en el que me deleito...
Eliminar:)
Más que dulzura percibo una sensitiva nostalgia
ResponderEliminarbesos