Maravillosa mujer, Szymborska es una poeta (o poetisa) perspicaz, realista, y a veces clarividente. Como no conozco la versión original de su obra -que por otra parte no sabría leer-, sino ésta de Abel A. Murcia, no puedo dilucidar hasta qué punto huye de la galantería o de la coquetería, de la imagen brillante en las palabras con o sin adornos, de la inquietud o del remanso. Se mantiene entre dos aguas de diferentes temperaturas y de límpida belleza, paseando entre lo cotidiano y lo trascendente justo donde ambas líneas se transforman en una sola... Como nictonauta quisiera invitaros esta noche a fondear en su desembarcadero, y que probarais las delicias locales. Son palabras que alimentan el espíritu y el corazón, por lo menos en mí agigantan una cierta sensación de plenitud, aunque a veces empacha con una sobredosis de cruda realidad. Dice, por ejemplo, que la inseguridad es hermosa, o que no podemos imaginar hasta qué punto estamos conectados uno con otros a un nivel sutil aunque material, o que participamos todos de una bella trama en la que nos comunicamos sin saberlo, y de repente es que todo adquiere sentido, por ejemplo: el amor.
Ilustración de M.C. Escher |
Amor a primera vista
Ambos está convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es más que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
Conexiones que desconocemos pero presentimos.
ResponderEliminarSignos, señales, símbolos...
Y todo, cada vez, más conectado...
Y si no las presintiéramos, también las recorreríamos... ¡Es éso! ¡Ya estamos conectados! La realidad es maravillosa
EliminarUnos más que otros, jajaja.
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