viernes

Cuarto

Parecía un vaivén del viento,
uno cualquiera,
pero es un huracán encolerizado.
Enfermedad, desasosiego, duda.
En mitad del sueño me abrasa
y me hiela al despertar.
En la inquietud se hace afonía,
y después agonía, al descansar...
Y duele, muerde, atraviesa, devasta, 
como un alacrán sañudo y cruel,
enloquecido.
Y golpea, acuchilla, desolla, muele,
como tijera y fuego, látigo y martillo.
¿Qué decir de su largo colmillo,
qué de su garra hiriente?
¿Qué de su paralizador bramido,
de su rugido áspero y helado?
¿Quién creerá que resucito en el recuerdo 
y a cada instante perezco?
¿Quién creerá que estoy herido y me desangro en lo invisible?
¿Cuántas vidas habitaré este valle oscuro 
que recorro y me consume?
Pero ella... bondad de belleza cierta,
me agarra y secuestra del pasto negro
y me da de beber la consecuencia de su sonrisa,
y desaparece el miedo,
y el mundo se envuelve en esa especie de gracia
cuya luz sólo ella da y extiende.
¿Qué decir a eso, sino "dame, extiéndelo en mis días,
hazme jardín leve y exquisito, pero tuyo,
hatillo de colores amarrando tu pelo"?
¿Y qué decir del suave efecto de su nombre?
Cual caricia, beso, bálsamo, delirio,
me llena y me construye a semejanza suya.
Y me basta.
Y no deseo otro lar que su costado,
otro espacio que el de su abrazo,
ni otra paz que su boca.

jueves

Tercero

Se prometía una adaptación suave,
con alguna -o algún- pendiente, una duda tal vez, 
un titubeo impreso en el nuevo pilar de los días...
La clásica inseguridad.
Pero se desplegaba como un abrazo que regresa a buscarse.
Sabes de lo que hablo, gorriona de mediodías:
un abrazo que surge sincero y sencillo y... sentido,
pero lleva escondida una avalancha.
Surge sincero como la exhalación que precede a la sonrisa;
brota del corazón ese aliento 
y tiñe suave los labios que se estiran.
Sencillo como el rocío que se extiende sin alardes,
y reposa, aguarda, besa, nutre, ama, alberga.
Sentido como un pétalo afirma la flor.
La evidencia es el perfume, 
pero el pétalo concentra la ofrenda
en un sólo acto de belleza.
¿Quién sospecharía que crecería 
como montaña o abismo, 
talud, piélago, vastedad? 
Ahora que oigo el declinar de la cresta
que ha emergido para engullir el mar entre nosotros,
sé que es inevitable la demolición o el reencuentro.
Pero ésto no te diré,
porque eres inseparable del punto 
en que mi alma tiene la costura conmigo.

viernes

Segundo

Encontré que, en el silencio del búho,
hay un nictonauta, un sol escondido 
y un secreto perfecto.

El búho, que decanta y bebe el vino de la Luna,
que ulula sin contradecirse,
que vuela sin exiliarse de la noche, ¡ay!, 
anida sin parapeto ni almena.
Sé bien que en el agudo trance
de la espera inmóvil 
ni parpadea.
Sé bien que durante la ausencia 
de los que llaman durmientes, 
el búho los sueña.
Y sé bien cuánto valora el sigilio
el idilio sigiloso de silente afecto,
el verbo en el pico susurrado apenas
como velo leve, 
como si no estuviera, 
como si llevara vidas condensándose 
horneándose, puliéndose, coagulando,
hasta expresar lo cierto, 
hasta que transparenta el corazón.

Suele haber un signo
en la profundidad del océano,
una llave perdida, una canción de infancia,
suele haber.
Y el búho despliega 
eso que abraza el vacío 
y lo sobrevuela, eso que se extiende 
en la ondulación del viento
y escapa de los clamores
llegando a tu pecho en el instante 
en que te siento.
Esas, que dicen,
sólo el amor sabe cómo agitarlas,
sólo el amor.









lunes

Primero

Llegar a tiempo al tren
se parece a llorar, un poco.
La anticipada hora desgrana su paso, 
con silencios y aullidos y baúles rotos.
El adiós impertérrito levanta un muro
y separa todos los mundos posibles
de la partida anunciada con voz mecánica.
Y llega entonces, la lágrima encendida,
la que duele y arde y gira y clama,
la que brota del alma descosiendo
de sus solapas el impávido instante, 
como quien se arranca un perfume
-ese que hace florecer también a las mariposas-.
Llegar a tiempo al tren
se parece al desasosiego, un poco,
y quizás al negro, aciago vuelo 
del velo
de las despedidas.

viernes

Marguerite Yourcenar




              Firme propósito

       Ni ampararse del día bajo el árbol de nieblas,
       Ni morder el verano en las frutas dormido,
       Ni besar en los labios lentos de tinieblas
       Al muerto evaporado y vano de haber sido.

       Ni penetrar el centro del álgebra frío,
       Ni en el vacío clavar la máscara infinita.
       Ni sembrar el olvido en el glorioso río
       Y derramar la nada en la tumba bendita.

       Ni rozar, Amor mío, tu boca entregada,
       Ni su deseo quemar sin la llama esperada,
       Ni arrastrar en el cuerpo rendido la herida.

       Ni rezar con las manos juntas de la pena,
       Pero traer consigo en la noche serena
       El hondo corazón donde sangró la vida.




sábado

Lucio Fontana




       El espacialismo. Lucio Fontana... (aquí*)




















   El objeto espacializado, ubicado en el espacio, un espacio en el que se comunican dos elementos: el interior y el exterior; lo que está manifestado y lo no manifestado; lo que está delante, y lo que ocurre detrás. Es un poema deleitoso, un problema resuelto desde la mirada y la rasgadura, desde el interrogante. El final de una pregunta coincide con el silencio que es inicio de la respuesta. Me subleva este artista que reflexiona sobre el eje de la materia que separa al observador de lo observado. Hay un continente en el que ambos están involucrados, un lugar sin palabras ni juicio, sin raciocinio ni ojos, ni lengua, ni oídos, ni boca, ni mente. Un lugar donde existe una aprehensión inmediata entre sujeto y objeto. Un lugar de realización inmanente, y ese lugar es la nada. Lucio Fontana no muestra, ni escoge qué se va a mostrar. Sólo ocurre...








 He aquí toda dualidad. El espacio soy yo. O la nada.


O la nada...



Menchu Gutiérrez





       Madrileña nacida hace poco más de cinco décadas en tránsito alrededor de un Sol mayor, y yo vengo encaramado a sus versos girando en tono y en torno a ese mismo Sol. Vosotros también lo haréis, porque hay música en la poesía de Menchu. Y en la del Sol. Y hay silencio. Y hay una fiera tristeza en ella, ilustre, magnífica, lúcida, de esas que toman toda la distancia de la melancolía, tanta que pueden sangrar sin miedo a perder un sólo recuerdo. Suena terrible, es cierto, pero es la plenitud del duelo.
       Sin embargo no traigo su sol presente, sino su noche, pues esta generosa poeta no se entretiene en narrar la magia de la noche como un acontecimiento menor, sino como un escenario abstracto y tenaz que incorpora la vida, ¡nada menos que la vida!, y éso lo agradece el nictonauta, a pesar del dolor. A pesar del silencio...
       Hace tiempo que no navegábamos mar adentro, y en un piélago de facetas infinitas he conocido a Menchu Gutiérrez, entre láminas escritas con sinnúmero de signos. De este viaje o trasiego, os traigo en el anzuelo algunos versos, un precioso alimento.




     Corre una brisa de invisibles, millares
     gotas de agua,
     por mi corona de noche
     y almendra laminada.
              Corre entre dos bocas
              un solo hilo de almohada
              es un telar callado
              la noche.
                       Envejecen los paisajes,
                       depositan sus perfiles
                       en cristales distantes
                       los cabellos del río,
              y no canto,
              que estoy quieta en la nota,
              alto estambre
      del amor.





Rumor de diez noches en diez diferentes estancias.
Después, se dejaba dormir. En vano yo retaba al sueño
gentil de su cayado, lo salpicaba con el rocío que germina
en las palmeras; invariablemente era su presencia y no la
mía la tentadora, la travesía, el cuidado, la gangrena.







                   Pienso toda la noche en el ramo
                   y en la figura que con la madrugada
                   se recorta, caída en el jardín.
                  Vienen con máscara de poderosos mirlos
                  y hunden sus picos de oro en la sombra humana
                             ¿Y por qué fluye?
                  Vetas de sangre abiertas
                  recorren los brazos derribados en la hierba.
                 Cerca, la leña dispersa
                  devora su misterio.
                  ¡Fuera verdad el ramo!
                  ¡Pero los ramos se hicieron con manos dormidas!
                  Finos trazos de tinta
                  rayan el dibujo del horizonte,
                  golpeados por el sonido de mi corazón
                                                           que tiembla.


***

"Quizá el silencio no exista, pero hemos sido testigos de la forma en que la poesía o la música lo hacen posible: es como si las palabras o los sonidos, convertidos en materia, fueran vaciados con infinita paciencia, extraídos uno a uno, transformándose en un molde en cuyo interior el silencio reinara como una forma ilimitada. La poesía es la materia con la que el molde se hace posible, un contrafuerte vacío, también el vaciado, lo que podríamos llamar la experiencia del silencio."
                                                                             Menchu Gutiérrez