viernes

(Sin título)



Te resumiré mi vida: hoy, desde hace siempre hoy,
llovieron enfermas, amontonadas, las estrellas.
La cintura de fósforos de Orión cayó;
ese leve ceñidor circunvalándote
se desvanecía como 
acarician los pétalos el viento.
Súbitamente, las palomas de Tauro temblaron, 
y su transparente aleteo borraba su rostro,
la lágrima que fueron.
Los astros se agitan, se arrojan y ruedan... 
Labrado collar, arrecife menor que un trazo,
es una cremallera que cierra el horizonte.
Ah, la doliente Vega, cómo la recuerdo altiva en Lira,
derrochaba su última centella justo allá;

y el colmillo de Lobo de mármol feroz se rompía en añicos.
Palpita en el cielo una granada madura que se desangra de 
luz
y se reduce, en inocente precipicio, hacia la nada.
Hoy todas naufragan, inexplicablemente mías, irredimibles,
reunido en la pálida sombra su jardín de destellos.
Mueren como ternura que se gasta y acaba:

despojada de sol, en cansados besos.

Así vaciabas tus ojos en los míos,
mía y amarga, bermellona al final, decisiva,
entregabas tu esqueleto de claveles y tu violento rocío,
el que tizna mi ventana.
Y yo me dormía en ella, en otra, en ti,
en tu rasgadura, tu estruendo,
en el vuelo de polilla que fulgura y ciega,
que se yergue como una torre y se despeña,
y ruge lujuriosa, breve y oscura, insoportable.
Y así alimentaste dos soledades, ambas entre las manos,
germinó en coloso como un silencio entre aullidos. 
Surgías y acababas... ¿Por qué? Dime por qué me sueñas.
Mi vida, puedes verlo, sólo es ésto:
lo que abrazas en cada uno de mis lugares,
la savia interrumpida de las cadenas de flores;
el 
minúsculo calzado que aprisiona mi alma;
el frecuente sendero donde apuñalas luciérnagas;
la prenda de fuego que cubre la esperanza.

Si bien hoy, que el cielo se derrama sobre mi frente
-corona que exhibo tan erguido y desterrado-,
tu recuerdo 
muere, aunque sea más que una joya, aunque ávido
tenga la sed antigua del origen de los desiertos.
Tu recuerdo... Que ni eres tú siquiera.
Rabioso de frágil, y de frío, menguante cerilla.
Pero no como una Luna, aunque sea demasiado mío;
pero no como acaricio los retoños en mitad del deseo,
aunque a veces se haga, sí, un manojo en mis labios.
Éso es todo lo que puedo saber por hoy,
mi desconocida presente pero próxima extraña.
Es todo lo que soy. Incluso, tal vez, mañana,
no sabré si fuiste, o si yo existí.

2 comentarios:

  1. Es una maravilla...
    Pero el afán de superación del hombre es ilimitado...
    Felicidades de nuevo!

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  2. Muchas gracias, pero creo que voy a darle otro millón de retoques... Hölderlin decía que una obra jamás se da por terminada, sólo se aplaza. Entiendo que crece contigo mientras te sigues identificando con lo expresado. Cuando ya no, entonces la archivas, la dejas así, pintada en su marco, en su pared, con su etiqueta cronopia (gracias otra vez por Cortázar)... ;-) en

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