Paul Valéry, el puro, guardián de la prosa decidida y precisa, desencantador de la flor pasajera, hizo sin saberlo un voto de perpetuidad. Sin embargo, hace poco más de un par de años llegó un libro dispuesto a trasnochar su rostro con fuego, y darnos una dimensión nueva del poeta, ensayista y filósofo. Hasta entonces podía ser la tierra toda un cementerio del mar. Ahora el placer es una estación perfecta del amor, y la contradicción es posible. La desesperación no es más que un argumento necesario en boca del filósofo Valéry, y como veréis, sus versos aturden a veces como los golpes de una estaca. Le agradeceremos de todas formas este abrazo, también eternamente.
IL DISPERATO
Lo que será, pronto ya no será;
mañana está muriendo en este mismo día:
detrás de mí, que perderé lo que amo,
huye en verdad el flujo del tiempo por venir.
Días que llegaréis, estáis ya concluidos,
gentes que naceréis, hijos que el amor siembra
en el futuro con colores de poema,
muertos estáis, pues viviréis superfluos.
La vida es rica en falsa pedrería;
si acaece que la hora te sonríe
detén a la esperanza, una vieja fulana:
bajo su maquillaje mira la eterna mueca,
retén tu boca, o teme que al llegar la mañana
descubras que has besado a una inmunda babosa.
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