viernes

Claudio Rodríguez I


       Excelso. Madrugador. Desdichado. Coronado. Provocador. Travieso... Reo de poesía inconfeso.

                                Nuevo día


Después de tantos días sin camino y sin casa
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.


Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva levadura
esta mañana...


Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.


Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires el mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
-dos horas antes de la media noche-
del tercer oleaje, que es el mío.





2 comentarios:

  1. Ya lo decía Conrad: “Vivimos como soñamos, solos”.
    Aunque la capacidad para amar nos quite soledad.
    También morimos solos, como se dice en la película Donnie Darko.
    Condenados a la soledad... todo depende de cómo la sintamos...

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  2. Qué razón tienes.
    La soledad es necesaria. Es cuanto sé de ella, como del silencio. Más aún: imprescindibles, aunque es cierto que a veces duelen. Hay que aprender a desaparecer... "El buen caminante no deja huellas", dijo Lao Tsé.
    Le hubiera caído bien a Machado...

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