miércoles

Hemingway, poeta

                         de turbios deseos y desenlaces. Dipsómano y veraz, puedo deciros que leyó la realidad que miraba, pero narró la que veía. Mas, ¿no es éso también la literatura? Cuando la oscuridad llega no se precisan demasiadas cosas, mas las pocas que hacen falta siempre son exquisitamente necesarias, incluso si son libros.
       Hoy traigo un nuevo viraje hacia la noche, aún más negra en los ojos de Hemingway, una noche bastante desconocida. Es un florilegio de la traducción de Amalia Gullón, publicada en el nº 5 de ADAMAR.


                         I
   
La noche se acerca entre suaves y somnolientas plumas
oscureciendo el día
acariciando el brillo perlado
moldeando el barro
antes de que adquiera la dureza final
exigiendo que nos quedemos.

                        II
 
Hemos pensado los pensamientos más largos
y elegido los caminos más cortos.
Hemos danzado ritmos endemoniados,
temblando al regresar a casa para rezar;
para servir a un amo en la noche,
y a otro en el día.
  
                       IV
 
El deseo y
las dulces y afiladas penas
y las superficiales heridas
que fuiste tú,
se han convertido en una triste oscuridad.
Viene la noche con su rictus
a yacer conmigo
una torpe, fría y rígida bayoneta
sobre mi alma iluminada, palpitante.


  
Hemingway...
El verano debe ser éso: como patear el frío bien lejos.
  


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