Es apresurarse en la noche. Cerrar la luz de siempre en los ojos -yo cierro vivos los ojos- para abrirlos redondos a un anhelo. Es como morir, o dormir; tal vez soñar. Desaparecer un tiempo de la breve pausa que vivimos, viajando de noche en noche como un colibrí celoso, recolectando un néctar que sea semejante en todo al de la Reina Mab. Si quieres conocerlo, te guiaré. Toma mis palabras de la mano y alza con ellas los pies del suelo.
El nicterio comienza con un atisbo de sencillez, como se derrama el aceite -así es como suena el verdadero silencio-, y va adquiriendo un sentido diferente, poco a poco. Regresas de tu piel a otro lugar recóndito y antiguo; de tu oído a un lento vaivén. No recuerdas si algo huele, si algo sabe o si tiene color. Ni necesitas recordarlo. Camino de esta ligadura, te adentras en pliegues misteriosos de tu cuerpo donde una escala asoma, y la usas. Subes o bajas, pero en tu mente regresas sobre ti mismo, hollando ya un sendero que conduce a unos últimos pensamientos, puede que a una niebla. Allí es donde acecha la espesura desconocida que te atrapa. Detrás, un callejón desemboca en un puente que cruza el hemisferio, y después, de polo a polo, surcas de una pisada la tierra toda y sus abismos. Has llegado. La hondonada de los espejos aparece ante ti: allí se cruzan todos los caminantes del sueño. Luciérnagas brotan de las piedras, y los lirios aroman la antesala del nicterio... La segunda puerta a la derecha -la segunda estrella, según se mire- la reconocerás porque lleva lejos. La del suelo -ésa que parece una madriguera de conejos- también. En la improvisada orilla del estanque puedes contemplar tu reflejo en el agua, incluso besarlo o abrazarlo. Es un juego local. En otra parte hay una fuente junto a la que canta un espíritu puro y ciego, a veces horriblemente, y dicen que es pariente del amor y que desea tranformarse en mariposa. Pues bueno.
Lovecraft estuvo por aquí. Por cierto se le recuerda irritado y un poco yonki, buscando no sé qué Cthulhu de muy mal rollito. También Dante Alighieri con su enamorada Beatriz honrándole el pecho en forma de delicado medallón. Suyas se conservan algunas palabras que dejó escritas:
Sombras que aquí moráis,
tended la mano al abismo.
Os ciega la luz que admiráis
en quien se conoce a sí mismo.
Corre, date prisa, antes de que tengamos que regresar quisiera también...-
¿Qué más?
ResponderEliminarUmmmmm...
ResponderEliminarEs difícil decirlo, a partir de ahí la narración alterna el sánscrito y el cirílico. Pero recuerdo que había un sitio que tenía un café delicioso. ¿Cómo era? "El Albero", "Albores", "Alberic"... algo así. ¿Por casualidad te suena?
Sueños que regresan sobre sí mismos....
ResponderEliminarPD: traté de dejar un comentario en tus otros blogs pero no está la opción
Bienvenida a este tránsito nocturno, Alma; y gracias por visitar los otros lugares. No he habilitado los comentarios, es cierto, y ahora lo lamento por lo que tus palabras aportan...
ResponderEliminarUn afectuoso saludo
EL ALBERO, ¿en los bajos del casino?
ResponderEliminarCreo que era "Albert", frente a una pista cubierta... Lo mismo te preparaban un excelente café que una tapa de la mejor ensaladilla que probé nunca, siquiera en sueños. Ummmmmm
ResponderEliminarSiiiiiiii, Albert, cafetería Albert. Pensé que te referías al Albero de Murcia.
ResponderEliminarPufffff, si hablaran las paredes de la Albert, qué buenos raticos...y cuántos!!!
Allí aprendí mucho... e hice grandes amigas que todavía conservo, seguimos quedando de vez en cuando para tomar café (aunque no sea tan bueno) y charlar un ratillo. ;)