uno cualquiera,
pero es un huracán encolerizado.
Enfermedad, desasosiego, duda.
En mitad del sueño me abrasa
y me hiela al despertar.
En la inquietud se hace afonía,
y después agonía, al descansar...
Y duele, muerde, atraviesa, devasta,
como un alacrán sañudo y cruel,
enloquecido.
Y golpea, acuchilla, desolla, muele,
como tijera y fuego, látigo y martillo.
¿Qué decir de su largo colmillo,
qué de su garra hiriente?
¿Qué de su paralizador bramido,
de su rugido áspero y helado?
¿Quién creerá que resucito en el recuerdo
y a cada instante perezco?
¿Quién creerá que estoy herido y me desangro en lo invisible?
¿Cuántas vidas habitaré este valle oscuro
que recorro y me consume?
Pero ella... bondad de belleza cierta,
me agarra y secuestra del pasto negro
y me da de beber la consecuencia de su sonrisa,
y desaparece el miedo,
y el mundo se envuelve en esa especie de gracia
cuya luz sólo ella da y extiende.
¿Qué decir a eso, sino "dame, extiéndelo en mis días,
hazme jardín leve y exquisito, pero tuyo,
hatillo de colores amarrando tu pelo"?
¿Y qué decir del suave efecto de su nombre?
Cual caricia, beso, bálsamo, delirio,
me llena y me construye a semejanza suya.
Y me basta.
Y no deseo otro lar que su costado,
otro espacio que el de su abrazo,
ni otra paz que su boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario