miércoles

Maestros de la Noche: Dante Alighieri




El Ojo, de Escher


       El Maestro Alighieri fue un peregrino del amor. Que la vida y la obra pueden ir de la mano tiene fundamento; de hecho, él atravesó paraísos, infiernos y purgatorios de forma sucesiva antes de abrazar su vejez en Rávena, donde acabaría su Divina Comedia y alcanzó a la muerte, muy cerca del otoño de 1321.
       De los versos que le conozco, el que más me estremece adorna la Puerta del Infierno: "Lasciate ogne speranza, voi ch'entrate". Es un verso absoluto para un soportal definitivo; un lugar difícil de imaginar, incluso, para alguien talentoso como Rodin. La Edad Media nos explicó ese portal desde una boca, donde una especie de devorador Sobek se traga tu alma y te convierte en el ingrediente de una digestión eterna, un flagelo ardiente e inacabable. Dante, sin embargo, nos lo expresará de otro modo: colocará en el sendero del Averno un acceso deliberado y necesario, tal vez planificado por una mente de arquitecto... Perdonadme, pero aquí hago un inciso: personalmente me gusta la sagacidad de Sartre cuando dice aquéllo de el infierno son los otros. Pone la pelota en tu tejado y te interroga si vas a trasponer el umbral de la existencia individual para experimentar la verdad que pueda haber en estas palabras. El infierno sobreviene cuando toda esa realidad que construimos, o que nos creemos y preferimos, experimenta una dolorosa descomposición. Es entonces que el cielo y el infierno se entrelazan y surgen de uno mismo, y la entrada a alguno de ellos puede estar en nuestra propia pupila, en cómo elegimos mirar. La advertencia -los nueve versos- de Dante sobre el terrible zaguán adquiere un valor excepcional. Me sugiere que debo condenarme para ser condenado, que sin mis llaves de perversidad ese oscuro portón no se abrirá jamás.
       La didáctica de este nocturno maestro es culta, reflexiva e implacable; y tiene todos los matices de la razón y la fe, la mística y la poesía. De un modo extraordinario, la Divina Comedia es el prodigio de la letra en la cifra, palabras-números y un néctar bienaventurado en la voz de Virgilio. Ojalá que los vientos nos sean favorables y al menos, por una vez, amarremos en su puerto frente al mar meridiano del mundo...

Inscripción

Por mí se llega a la ciudad doliente.
Por mí se avanza hacia la eterna pena.
Por mí se va tras la perdida gente.
Dios al pecado señaló condena
y surgí entonces cual suprema alianza
del poder sumo y la justicia plena.
Y no existiendo en mí fin ni mudanza
nada me precedió sino Dios mismo.
Los que entrásteis perded toda esperanza.


             Canto III (fragmento)
            Versión de Nicolás Bayona Posada




      



3 comentarios:

  1. Escher y Dante. Puuufff!!!
    Cuatro ojos que miraban muuuuuuucho más allá.

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  2. Sí, coincido contigo. ¡Cuántas cosas nos contaron! ¡Y cuántas callarían! Un abrazo, Bel

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