Es la promesa de la oscuridad segura, del desamparo. Es la ceguera que asalta y conquista todas las potencias de tu ser.
La osada inexperiencia de la juventud, con su ignorancia jactanciosa, suele hallar un final dramático y veloz. Ícaro, como una máscara del orgullo humano, no soportó la justicia de una ley natural. Faetón, como una máscara de la arrogancia y el endiosamiento, de la soberbia, no soportó la justicia de una ley divina. Ícaro, sordo a las exclamaciones de su padre, encontró en la demasiada luz un límite infranqueable. Faetón, alienado por la majestuosidad del momento, se dormiría ensordecido a los clamores del mundo, y encontró su límite en el resplandor fatal que arrojara el brazo de Zeus, otra luz demasiada e inapelable.
El ego, y también ese otro ego (el ego espiritual), encuentran en la demasiada luz un juicio tajante y una firme condena. Ícaro y Faetón tuvieron suerte: su caída sólo les condujo a la noche de la muerte.
Hendrick Golzius (s. XVI)
![]() |
| La Caída de Ícaro |
![]() |
| La Caída de Faetón |


No hay comentarios:
Publicar un comentario